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Vísperas – oración de la tarde – viernes 22 julio 2022

Vísperas

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Himno

«¿Qué viste en el huerto? Dinos, Magdalena.»

«Vacío el sepulcro, sudarios y vendas.
Ángeles testigos, movida la piedra.
Vi al Resucitado, soy su mensajera.

Hoy ha renacido todo con su vuelta.
Es el primer día, la creación nueva, nuevo paraíso de nupcias eternas.

Amando buscaba, lloraba la ausencia.»
«¡María!» «¡Maestro!» (La Esposa es la Iglesia).
«Diles a mis hermanos: «Id a Galilea.»»

Haz que caminemos del amor la senda, y, con nuestros himnos,
el cielo y la tierra al Dios Uno y Trino canten gloria eterna. Amén.

Salmodia

Ant: Jesús le dice a María: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?»

Salmo 121: La ciudad santa de Jerusalén

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios».

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Jesús le dice a María: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?»

Salmo 126: El esfuerzo humano es inútil sin Dios

Ant: Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos; su salario, el fruto del vientre: son saetas en manos de un guerrero los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena con ellas su aljaba: No quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.

Cántico

Efesios 1, 3-10: El Dios Salvador

Ant: Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboní!», que significa: «¡Maestro!»

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.

El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Jesús le dice: «¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboní!», que significa: «¡Maestro!»

Lectura Rm 8,28-30

Hermanos: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

V/. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.
R/. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.

V/. Ve a mis hermanos y diles:
R/. El Señor ha resucitado de entre los muertos.

V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. María, no llores más, el Señor ha resucitado de entre los muertos.

Cántico

Ant: María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor.»

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor.»

Preces

Unidos, hermanos, a las mujeres santas, aclamemos a nuestro Salvador, y supliquémosle, diciendo:

Ven, Señor Jesús

– Señor Jesús, que perdonaste a la mujer pecadora sus muchos pecados, porque tenía mucho amor, perdónanos también a nosotros, pues hemos pecado mucho.

– Señor Jesús, a quien servían en el camino las piadosas mujeres,
concédenos que sigamos tus pasos.

– Señor Jesús, Maestro bueno, a quien María escuchaba y Marta servía,
concédenos servirte siempre con fe y amor.

– Señor Jesús, que llamaste hermano, hermana y madre a todos los que cumplen tu voluntad, haz que todos nosotros la cumplamos siempre de palabra y obra.

Porque todos somos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente nos atrevemos a decir:

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

Final

Señor, Dios nuestro, Cristo, tu Unigénito, confió, antes que a nadie, a María Magdalena la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual; concédenos a nosotros, por la intercesión y el ejemplo de aquella cuya fiesta celebramos, anunciar siempre a Cristo resucitado y verle un día glorioso en el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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