Confío en ti, Señor
Por: Nidia María Vargas Rendón
El Padre Abrahán sin responder una palabra ofreció a su hijo muy amado… ¡Perdón Señor!
Yo me quejo de lo que me sucede, de ese ejemplo tan importante me he olvidado.
Te entrego hoy lo que tengo en el fondo de mi alma: dolores que aún duelen
alegrías que llegan y pasan. Pequeños y grandes proyectos que he intentado.
Mi corazón que es débil de amar fácil se olvida sin tener en cuenta que para ello
tú lo has creado.
Te entrego también los seres que me tú me diste para amarlos aprender de ellos,
sobre todo, los que has dejado a mi cuidado.
También te ofrezco mis miedos mis ansias, enojos, frustraciones
con una fuerza que sale de lo profundo de mi alma te entrego mi gran deseo
de estar siempre a tu lado.
Es tan poco lo que tengo soy una brizna en un gran vendaval
aun así, me atrevo a decirte que, con todos mis defectos,
mis errores, mis días oscuros yo siempre, te he amado.
Esta es la ofrenda sencilla: asuntos, para mí, difíciles de aceptar
con la que hoy me quiero presentar y me ayudes a quedarme a tu lado.