¿Por qué nos cuesta tanto perdonar?
El perdón es universal. Es un tesoro que beneficia tanto al que lo otorga como al que lo pide. Es un regalo para todas las edades, no se extingue y se multiplica en bendición.
El perdón se evidencia desde diferentes ámbitos: el perdón a nosotros mismos, el perdón a los demás y el perdón a Dios y de Dios (si quieres profundizar en estás tres áreas, dale clic al vídeo y escucha la reflexión).
Todo el que ha perdonado ha experimentado libertad interior y sabe que ha otorgado o recibido un gran regalo; un tesoro envuelto en bondad, misericordia, comprensión y amor. Ha visto, además, cómo se caen las escamas de los ojos plagadas de rencor, pues ya no existe el dolor de la herida, porque se recuerda sin resentimiento y se comprende la fragilidad del ser humano.
Sin embargo, es importante tener presente que el perdón solo es posible si recibimos la gracia de Dios, de lo contrario, muchos procesos de perdón quedan inconclusos, son incoherentes y no dan fruto. Ello se evidencia cuando el corazón alberga amargura, y solo de palabra se ha perdonado. Solo quien vive una verdadera libertad y paz interior ha probado las mieles del perdón. Pero no una paz superflua que disfraza la realidad, sino una experiencia que levanta y transforma la vida desde adentro y se evidencia en todas las áreas de la vida.
