Ante los imposibles humanos, existen todas las posibilidades frente a Dios.
El ser humano está acostumbrado a medir los éxitos basado en su qué hacer profesional y personal. Sin embargo, la vida nos presenta constantes desafíos donde es probada nuestra fe, pues ante las puertas laborales cerradas, la imposibilidad de un historial crediticio, el egoísmo de un ser querido, el engaño de una pareja, la enfermedad, la rebeldía de un hijo; vemos oscuridad e impedimento, pero para Dios no hay nada imposible.
Enfrentar, por ejemplo, el reto de la enfermedad es más llevadero cuando se hace sobre los brazos de Jesús. Todos tenemos la posibilidad de presentar dolencias físicas en el cuerpo, por ello, es una realidad que nos aqueja en general. El dolor producido por la enfermedad es redentor cuando se asume desde la fe. Cuando se clama a Dios misericordia y compasión, pues Él inclina su oído para escuchar nuestra aflicción y darnos nuevas fuerzas.
Sanar las enfermedades era una de las pasiones de Jesús, pues las Sagradas Escrituras nos narran infinidad de milagros y curaciones que hacia en su época; sin embargo, el gran milagro de la vida es reconocer que el dolor nos acerca a Dios, y que su obrar no se limita a la antigüedad, sino que se actualiza todos los días y en todos los tiempos.
En la siguiente reflexión, encontramos luz para saber cómo Dios es capaz de sanar nuestras enfermedades. Puedes escucharlo dándole clic al video.