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Tristeza, fuera de mi vida I padre Carlos Yepes

Que la tristeza no te robe la paz

Muchas veces se ha escuchado esta expresión: “la procesión va por dentro” haciendo alusión a todas las cargas que alberga el corazón, pero que la expresión corporal no hace crédito de lo que se está viviendo.

La tristeza, sin duda, es una etapa por la que atravesamos en algún momento de nuestra vida, fruto de un acontecimiento que produce dolor. Sentimos tristeza por la pérdida de un ser querido, cuando se fracciona una relación de pareja, por la frustración de no encontrar sentido a la vida; y así, son innumerables los episodios que producen este sentimiento. De hecho, el mismo Jesús así lo vivió y se lo expresó a los discípulos mientras estaban en Getsemaní antes de ser entregado por Judas: “siento en mi alma una tristeza de muerte” Mateo 26, 38 Sin embargo, Jesús le da un profundo sentido a su angustia porque entiende que está en los brazos de Dios.

Con todo esto, descubrimos que el hecho no es dejar de sentir tristeza por lo que toca nuestra puerta, sino cómo la gestionamos. Cómo reaccionamos frente a los distintos episodios, cómo logramos que no se nos vaya la vida en profundo dolor y resentimiento.

Muchas personas buscan máscaras para camuflar lo que sienten y no hacerlo visible al mundo, ni siquiera en el silencio de sus días dejan que Dios obre en sus procesos, porque se encargan de enterrar las heridas sin sanarlas. Otras personas, viven sus días con “normalidad”, aunque los visite la angustia, y se encargan de dejar todas sus penas a los pies de Jesús, en ellos es que precisamente se utiliza la expresión: “la procesión va por dentro”, porque sonríen, bailan, disfrutan, viven en paz, pero solo Dios conoce lo que alberga su corazón. Son capaces de entregar su sentir a Dios y dejar que él, como perfecto alfarero, haga una obra de arte con los fragmentos de dolor. Son dóciles al aliento que Dios les transmite todos los días por medio de su palabra, incluso, tienen la facultad de servir desde sus heridas. Se convierten en las manos, las palabras y las obras de Dios.

Mientras tanto, algunos, transpiran tristeza, todo es oscuro, no hay motivación, absolutizan siempre lo ocurrido, no ven las bendiciones, y cuando se les pregunta, ¿cómo están? responden: “más o menos”, “ahí vamos”…  reflejan en sus rostros el peso de los problemas y la tristeza desfigura no solamente, sus facciones, sino su corazón.

¿Cuál de estas tres maneras de afrontar la tristeza es la que predomina en tu vida? ¿qué quiere enseñarte Dios en este momento puntual de tu historia? Ten presente que la paz de Dios puede habitar, incluso, en medio de la tristeza. Su paz puede darnos la conciencia de sentir dolor, pero no quedarnos en él. Recuerda que no estás solo y que Jesús carga la cruz contigo. Dios no te juzga, te espera. Dios no te quiere triste, quiere darle sentido a tu sufrimiento y llenarte de sabiduría y esperanza.

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