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Vence la ira I padre Carlos Yepes

Vence la ira, no pierdas la paz

Una de las razones por las cuales perdemos la paz con facilidad es porque frente al mínimo detalle que se sale de nuestro control reaccionamos con ira. Tomamos cada acontecimiento de manera personal, absolutizamos la situación y no damos cabida a nuevas oportunidades.

La vida está llena de cambios, de hecho, uno de los aprendizajes más grandes de esta pandemia ha sido reconocer que no tenemos el control sobre nuestros planes. Solo quienes han tenido la apertura para reconocer esto y aceptar con paz cada situación, han sido capaces de adaptarse al entorno sin concentrar frustraciones e iras.

La paz del corazón no puede depender de nada ni de nadie. Esto, sin duda, es muy fácil decirlo, pero es muy difícil vivirlo. Sin embargo, es allí donde tenemos el gran desafío, es en momentos de prueba donde se conoce a cada persona, pues en los momentos donde todo es tranquilo y la vida sonríe, es muy fácil hablar sobre cómo gestionar la ira. Pero, cuando llega la prueba es el momento crucial para evaluar qué tan sanas están nuestras emociones.

No está mal sentir rabia, de hecho, el mismo Jesús se muestra enojado cuando Pedro, por ejemplo, no comprende sus palabras al decir que tenía que sufrir, y Jesús responde tajante, «aléjate de mí, Satanás» Mateo 16, 23. También, cuando llega al templo y expulsa a los mercaderes diciéndoles: «¡Saquen esto de aquí! ¡No hagan un mercado de la casa de mi padre!» Juan 2, 16

Estos son dos ejemplos de reacciones fuertes de Jesús, donde hay una postura radical que defiende sus principios, pero no era el común denominador del actuar de Jesús, al contrario, primaba siempre el amor, la dulzura y la pedagogía para enseñar por medio de parábolas lo que los discípulos no entendían. ¿Cuál es la metodología que tú utilizas para enfrentar las situaciones? ¿reacciones siempre con rabia? ¿la ira te roba, usualmente, la paz?

Es importante reconocer que los sentimientos de rabia que se van albergado en el corazón, lo van llenando de amargura, odio, resentimiento. Van congelando la alegría y la paz hasta convertirlos en tímpanos de hielo, y se dificulta dibujar una sonrisa en el rostro. La dulzura al responder, la misericordia al relacionarme con los demás son un hábito que se construye todos los días de la mano de Dios.

Allí, cuando las emociones suben la temperatura y las palabras se sobresaltan, Jesús nos enseña a responder con amor. En momentos álgidos la clave es darnos unos cuantos segundos para preguntarnos: ¿cómo actuaría Jesús en mi lugar? ¿qué palabras emplearía en este momento puntual? Hacernos siempre estas preguntas es la clave para tener los mismos sentimientos de Jesús y actuar conforme a ellos. Filipenses 2, 5

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