Cuaresma: un tiempo para transformar tu vida
En un mundo que constantemente nos empuja hacia los resultados y las metas inmediatas, a menudo olvidamos que el verdadero crecimiento y aprendizaje residen en el proceso. Nos enfocamos tanto en alcanzar la cima de la montaña que no nos detenemos a apreciar el camino que nos lleva hasta allí. Sin embargo, es en cada paso, en cada desafío y en cada dificultad donde realmente nos transformamos.
Dios es un Dios de procesos, y se evidencian ejemplos claros desde la vida de fe:
1). La creación: Dios tardó varios días creando. No apareció en el universo todo por arte de magia, sino que la historia narra el acontecer de cada día.
2). Camino a Canaán: El pueblo de Israel podría haber salido de Egipto y llegar tan pronto como pudieran a la tierra prometida, pero su desobediencia hizo que tardaran 40 años. (Muchas veces los procesos son necesarios para purificar nuestro corazón).
3). Vida privada de Jesús: Fueron 30 años en los que Jesús se preparó para salir “al ruedo”. Años de vida familiar y contemplativa. Tiempo de crecer en sabiduría y amor.
4). Jacob trabajó por Raquel: En total fueron 14 años de trabajo para poder casarse con Raquel. Al principio parecía que el proceso duraría solo 7 años, pero, finalmente, resultaron siendo más años.
5) Noe pisa tierra firme: Después de los 40 días que duró el diluvio, Noe lanzó una paloma para que le diera señales si era el tiempo propicio para bajar de la barca. Sin embargo, pasaron 21 días más, entre la señal de luz verde por parte de la paloma para que Noe pisara tierra firme.
6). Jesús cura al ciego gradualmente: En Betsaida, Jesús, tomó a un ciego y lo sacó de la aldea. Le tocó los ojos para sanarlo, pero aquel hombre solo recobró la vista después de un proceso paulatino.
7). Cuaresma: 40 días de preparación para vivir la Semana Santa y la pascua del Señor.
Así mismo, en la vida cotidiana los procesos son transversales a todo lo que hacemos: preparar los alimentos, ver florecer los árboles, la gestación de una madre antes de dar a luz, la oruga que hace la metamorfosis y se convierte en mariposa, los estudios académicos antes de trabajar… Y así, muchísimos referentes que, mirando alrededor, podemos sustraer para ser conciencies de que la vida no es un cumulo de cosas que pasan de inmediato.
El proceso nos ofrece la oportunidad de disfrutar el presente, pues muchas veces posponemos la felicidad hasta que logremos ciertos objetivos, sin darnos cuenta de que la vida misma se compone de pequeños momentos valiosos que forman el trayecto y nos llenan de gozo.
Además, el proceso nos enseña paciencia, nos ayuda a desarrollar habilidades y nos permite conocernos mejor. Es a través de la constancia y la resiliencia que descubrimos nuestras fortalezas y aprendemos a manejar nuestras debilidades. Si todo en la vida se obtuviera de manera inmediata, perderíamos el valor de la experiencia y la satisfacción de haberlo logrado con esfuerzo.
Otras bondades del proceso:
1). Forja el carácter:
Cada desafío y obstáculo en el proceso nos ayuda a crecer y fortalecernos. Nos enseña disciplina y moldea nuestra personalidad, preparándonos para enfrentar la vida con mayor determinación y madurez.
2). Lo que está flojo se cae o se ajusta:
En cualquier proceso, lo que no tiene bases sólidas o convicción tiende a desmoronarse. Esto nos permite reconocer qué aspectos mejorar, qué hábitos debemos reforzar y qué relaciones o proyectos realmente valen la pena.
3). Te das cuenta que Dios y el tiempo son los mejores aliados:
En medio de la incertidumbre, aprendemos que todo tiene su momento y que la fe y la paciencia son clave. Dios nos guía y el tiempo nos permite ver los frutos de nuestro esfuerzo, mostrándonos que cada etapa tiene un propósito.
4). Valoras las bendiciones:
El proceso bien vivido nos hace conscientes de todo lo que tenemos, y aprendemos a agradecer incluso los pequeños detalles. Nos ayuda a apreciar las oportunidades, las personas y los momentos que hacen nuestra vida especial.
Vivir el proceso es tomar tiempo para discernir
Te has preguntado, ¿Qué hubiera pasado si antes de tomar aquella decisión hubieras orado? ¿Cómo serían las cosas si antes de dar el paso hubieras reflexionado acerca de los pro y los contra?
Ciertamente, no sabes la respuesta, pero cuando decides vivir tus procesos a conciencia, se reduce la incertidumbre de lo que pasará.
Es todo un desafío vivir queriendo hacer las cosas correctas y en el momento oportuno, aún más cuando la sociedad lanza expresiones como: “te está dejando el tren” “necesitamos ver resultados” “para mañana es tarde”.
Pero solo quienes establecen un equilibrio entre las exigencias del mundo actual y el desarrollo de su vida, podrán apreciar las bondades de los benditos procesos. Incluso, de aquellos que son dolorosos y que no les encontramos sentido.
Cuaresma: un momento propicio para vivir el proceso
Quizá en este momento de tu vida te esté costando entender el por qué de las cosas.
Quizá estés viviendo en piloto automático viendo cómo transcurren los días sin ahondar en las enseñanzas que la vida quiere darte.
Quizá estés recibiendo muchas presiones externas que te impiden hacer un alto en el camino.
Quizá la angustia o el estrés hayan ganado terreno en ti y te sientas abrumado.
O quizá, al leer este texto, te des cuenta que estás viviendo los procesos en tu vida adecuadamente y te motiva a seguir de manera enfocada.
Pues bien, como comunidad católica iniciamos un proceso muy importante: La Cuaresma. Un itinerario de fe que nos conduce al recogimiento interior, la reflexión, la oración, el ayuno y la caridad.
Un tiempo de preparación que nos invita a caminar hacia el norte del camino cristiano.
Por ello, en lugar de apresurarnos hacia la meta, aprendamos a valorar el camino. Disfrutemos el aprendizaje, celebremos los avances y aceptemos los desafíos como oportunidades de crecimiento. Porque, al final, la vida no se trata solo de llegar a un destino, sino de cómo vivimos cada etapa del viaje con amor, conciencia y determinación.
Vive esta cuaresma como un regalo del cielo. Acércate a Dios, examina tu corazón, despréndete de lo que te aleja del propósito divino, fortalece tu fe, carga tu cruz y únela a la de Jesús. Prepárate con alegría para vivir la resurrección del Señor y experimentar la renovación de tu espíritu con disposición para amar profundamente.
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